EL SER HUMANO ES UN SER DE TRANSICION
░ LA EVOLUCION HASTA EL HOMBRE  ░
En las prístinas etapas de la Naturaleza evolutiva nos  encontramos con la muda intimidad de su inconciencia; no hay revelación  de significado o propósito alguno en sus obras, ni sugestión de  cualquier otro principio del ser que esa primera formulación, que es su  primera preocupación inmediata y parece ser por siempre su único  cometido: pues en sus primeras obras aparece la Materia sola, la única  realidad muda y rígida. Un Testigo de la creación, si hubiese habido uno  consciente pero no ininstruido, sólo habría visto aparecer de un vasto  abismo de una aparente no-existencia una Energía ocupada en la creación  de la Materia, un mundo material y objetos materiales, organizando la  infinitud del Inconsciente dentro del esquema de un ilimitado universo, o  sistema de incontables universos expandiéndose en su torno, en el  Espacio sin ningún fin ni límite ciertos, una infatigable creación de  nebulosas galaxias, soles y planetas, existentes solos por sí, sin  sentido en sí, vacíos de causa o propósito. Podría haberle parecido una  estupenda maquinaria sin uso, un potente movimiento ininteligible, un  eonico espectáculo sin testigo, un cósmico edificio sin habitante; pues  no habría visto señal de un Espíritu inmanente, ni al ser para cuyo  deleite fue constituido. Una creación de esta índole podría ser  solamente juego de sombras o de marionetas de formas reflejadas en un  indiferente Absoluto superconsciente. No habría visto la evidencia de un  alma ni una sugestión de la mente, o la vida en este inmensurable e  indeterminable despliegue de la Materia. No le habría parecido posible  ni imaginable que pudiese existir en este desierto universo, por siempre  inanimado e insensible, una eclosión de vida en abundancia, una  vibración primera de algo oculto e incalculable, vivo y consciente, una  secreta entidad espiritual haciendo rumbo hacia la superficie.
Pero tras algunos eones, observando una vez más ese  vano panorama, podría haber detectado al menos en un pequeño rincón del  universo este fenómeno, un rincón donde la Materia se hubiese preparado  sus operaciones suficientemente fijas, organizadas, estables, adaptadas  como escenario de un nuevo desarrollo, el fenómeno de una materia  viviente, una vida en las cosas, que emergió y se tornó visible: pero el  Testigo aún no habría entendido nada, pues la Naturaleza preocupada  solamente de establecer su eclosión vital, esta nueva creación, la vida  viviendo por sí sin significación alguna en ella – una traviesa y  abundante creadora ocupada en esparcir la semilla de su nuevo poder y  estableciendo una multitud de sus formas en una bella y exuberante  profusión, o después, multiplicando interminablemente género y especie  por el puro placer de la creación, como si en el inmenso desierto  cósmico se hubiese ensayado un pequeño toque de vívido color y  movimiento y nada más. El Testigo no podría haber imaginado que una  mente pensante aparecería en esta diminuta isla de vida, que una  conciencia despertaría en el Inconsciente, que una nueva y mayor  vibración más sutil llegaría a la superficie y delataría claramente la  existencia del Espíritu sumergido. Al principio le hubiese parecido que  la Vida había tomado consciencia, de algún modo, de sí misma y de que  era todo; pues esta escasa mente recién nacida parecería ser solamente  sierva de la vida, un artificio para ayudar a la vida a vivir, una  maquinaria para mantenimiento, para ataque y defensa, para ciertas  necesidades y satisfacciones vitales, para la liberación del  instinto-vital y del impulso-vital. No podría haberle parecido posible  que en esta pequeña vida, tan inconspícua en medio de las inmensidades,  en una sola especie de esta insignificante multitud, un ser mental  emergería, una mente sirviendo a la vida pero también convirtiendo a la  vida y la materia en sus siervas, usándolas para el logro de sus propias  ideas, voluntad, deseos – un ser mental que crearía todo género de  utensilios, herramientas, instrumentos de la Materia para toda la clase  de utilidades, erigiría con ellas ciudades, casas, templos, teatros,  laboratorios, fábricas, cincelaría en ella las estatuas y esculpiría  catedrales, inventaría la arquitectura, la escultura, la pintura, la  poesía de cientos de artesanías y artes, descubrirá la matemática y la  física del universo, y el secreto oculto de su estructura, viviría  merced a la mente y sus intereses, pues el pensamiento y el  conocimiento, se desarrollan en el pensador, el filósofo y el científico  y, como supremo desafío al reino de la Materia, despiertan en él la  Deidad oculta convirtiéndolo en el que está a la caza de lo invisible,  en el místico y el indagador espiritual.
Pero si tras diversas edades o ciclos el Testigo  hubiese mirado otra vez y visto este milagro en pleno proceso, incluso  entonces quizás, oscurecido por su experiencia original de la realidad  única de la Materia en el universo, todavía no habría entendido, aún le  parecería imposible que el Espíritu oculto, pudiese emerger plenamente,  completarse en su conciencia, y morar en la tierra como el autoconocedor  y el conocedor del mundo, el regidor y el dueño de la naturaleza.  “¡Imposible!”, diría “todo lo ocurrido no es nada, una burbujita de  sensitiva materia gris cerebral, un raro capricho en una porción de  Materia inanimada que se desplaza en un motivo del universo”. Por el  contrario, un nuevo Testigo que interviniera al fin de la historia,  informado de los pasados desarrollos pero no obsesionado por la  decepción del principio, gritaría: “Ah, entonces este fue el milagro que  se intentaba, el último de muchos – el Espíritu que estaba sumergido en  la Inconsciencia, salió de ella y ahora habita revelado, la forma de  las cosas, que veladas, creó como su residencia y escenario de su  emerger”. Pero de hecho, un Testigo más consciente, podría haber  descubierto la clave en este periodo primitivo de desenvolvimiento,  incluso en cada paso de su proceso; pues en cada etapa, el mudo secreto  de la naturaleza, aunque todavía allí, disminuye; se aporta una  sugerencia del paso siguiente; resulta visible una preparación más  abiertamente significativa. Ya son visibles, en lo que parece estar  inconsciente en la vida, los signos de la sensación que llegan a la  superficie; al moverse y respirar vida, el emerger de la mente sensitiva  es aparente y la preparación de la mente pensante no está enteramente  oculta, mientras que la mente pensante, cuando se desarrolla, aparecen  en una primitiva etapa pujas rudimentarias y después las más  desarrolladas búsquedas de una conciencia espiritual. Así como la vida  vegetal contiene en sí la oscura posibilidad del animal consciente, así  como la mente animal acciona con los movimientos de la sensación y  percepción y los rudimentos de la concepción que son primer cimiento del  hombre que piensa, de igual manera el hombre, el ser mental, es  sublimado por el esfuerzo de la Energía evolutiva para desarrollar en él  al hombre espiritual, al ser plenamente consciente, el hombre que  supera su primer yo material y que es descubridor de su verdadero yo y  su naturaleza más excelsa.
☼ EL SER HUMANO ES UN SER DE TRANSICION ☼
La primitiva preocupación del hombre en sus despiertos pensamientos y,  como parece, su inevitable y última preocupación,(pues ella sobrevive a  los más prolongados períodos de escepticismo y retorna tras cada  proscripción), es asimismo la suprema que su pensamiento puede  considerar. Se manifiesta en la adivinación de Dios, en el impulso hacia  la perfección, en la búsqueda de la pura Verdad y neta Bienaventuranza,  en el sentido de una secreta inmortalidad. Los antiguos albores del  conocimiento humano nos legaron su testimonio de esta constante  aspiración; hoy en día vemos una humanidad saciada más no satisfecha con  el victorioso análisis de la exterioridad de la Naturaleza, que se  prepara para retornar a sus prístinos anhelos. La primitiva fórmula de  la Sabiduría promete ser sus últimos: Dios, Luz, Libertad, Inmortalidad.
Estos persistentes ideales de la raza son, a la vez, la contradicción de  su normal experiencia, y la afirmación de superiores y más profundas  experiencias que resultan anormales para la humanidad y sólo han de  lograrse, en su integridad organizada, mediante un revolucionario  esfuerzo individual o un evolutivo progreso general. Conocer, poseer y  constituir el divino ser de una conciencia animal y egoísta, convertir  nuestra crepuscular u oscura mentalidad física en la plena iluminación  supramental, construir paz y bienaventuranza existente por sí, donde  sólo se hace hincapié sobre las satisfacciones asediadas por el dolor  físico, y el sufrimiento emocional, establecer una libertad infinita en  un mundo que se presenta como un  grupo de necesidades mecánicas,  descubrir y comprender la vida inmortal en un cuerpo sujeto a la muerte y  a constante mutación, esto se nos ofrece como la manifestación de Dios  en la Materia y la meta de la Naturaleza en su evolución terrestre. Para  el común intelecto material que toma su presente organización de la  conciencia en cuanto al límite de sus posibilidades, la directa  contradicción de los irrealizados ideales con el hecho realizado es un  argumento final contra su validez. Pero si efectuamos una revisión más  deliberada del accionar del mundo, esa directa oposición parece más bien  una parte del profundísimo método de la Naturaleza y el sello de su  completísima sanción.
Pues todos los problemas de la existencia son en esencia problemas de  armonía. Surgen de la percepción de una no-resuelta discordancia y del  instinto de un no-descubierto acuerdo o unidad. Reposar contento con una  discordia no resuelta, es posible para la parte práctica y más animal  del hombre, pero imposible para su mente plenamente despierta, y  generalmente incluso sus partes prácticas sólo eluden la necesidad  general dejando fuera al problema o aceptando un compromiso tosco,  utilitario y no-iluminado. Pues esencialmente, toda la Naturaleza busca  una armonía, vida y materia en su propia esfera, al igual que la mente  en la disposición de sus percepciones. Cuando mayor es el desorden  aparente de los materiales ofrecidos o la aparente diferencia esencial  (hasta de irreconciliable oposición) de los elementos que han de ser  utilizados, más fuerte es el acicate, y éste lleva a un orden más sutil y  pujante que el que puede ser normalmente el resultado de un esfuerzo  menos difícil. La conformidad  de la Vida activa, con un material en  cuya forma el estado de actividad mismo parece ser la inercia, es un  problema de opuestos que la Naturaleza ha resuelto y busca siempre  resolver mejor con mayores complejidades; pues su solución perfecta  sería la inmortalidad material del cuerpo animal plenamente organizado  que sirve de sostén a la mente. La conformidad de la mente y de la  voluntad conscientes con una forma y una vida  en sí mismas no  abiertamente conscientes de sí mismas y capaces, cuando más, de una  voluntad mecánica o subconsciente, es otro problema de opuestos en el  que la Naturaleza ha producido asombrosos resultados y apunta siempre  hacia maravillas superiores; y su postrer milagro sería una conciencia  animal que ya no marcha  en busca de la Verdad y la Luz sino que las  posea, con la omnipotencia que resultará de la posesión de un  conocimiento directo y perfeccionado. Entonces, no sólo es racional en  sí mismo el impulso ascendente del hombre hacia la conformidad de  opuestos aún más elevados, sino que es también el completamiento lógico  de una regla y de un esfuerzo que parecen ser un método fundamental de  la Naturaleza y el sentido mismo de universales pugnas.
░ LA EVOLUCION HASTA EL HOMBRE  ░
En las prístinas etapas de la Naturaleza evolutiva nos  encontramos con la muda intimidad de su inconciencia; no hay revelación  de significado o propósito alguno en sus obras, ni sugestión de  cualquier otro principio del ser que esa primera formulación, que es su  primera preocupación inmediata y parece ser por siempre su único  cometido: pues en sus primeras obras aparece la Materia sola, la única  realidad muda y rígida. Un Testigo de la creación, si hubiese habido uno  consciente pero no ininstruido, sólo habría visto aparecer de un vasto  abismo de una aparente no-existencia una Energía ocupada en la creación  de la Materia, un mundo material y objetos materiales, organizando la  infinitud del Inconsciente dentro del esquema de un ilimitado universo, o  sistema de incontables universos expandiéndose en su torno, en el  Espacio sin ningún fin ni límite ciertos, una infatigable creación de  nebulosas galaxias, soles y planetas, existentes solos por sí, sin  sentido en sí, vacíos de causa o propósito. Podría haberle parecido una  estupenda maquinaria sin uso, un potente movimiento ininteligible, un  eonico espectáculo sin testigo, un cósmico edificio sin habitante; pues  no habría visto señal de un Espíritu inmanente, ni al ser para cuyo  deleite fue constituido. Una creación de esta índole podría ser  solamente juego de sombras o de marionetas de formas reflejadas en un  indiferente Absoluto superconsciente. No habría visto la evidencia de un  alma ni una sugestión de la mente, o la vida en este inmensurable e  indeterminable despliegue de la Materia. No le habría parecido posible  ni imaginable que pudiese existir en este desierto universo, por siempre  inanimado e insensible, una eclosión de vida en abundancia, una  vibración primera de algo oculto e incalculable, vivo y consciente, una  secreta entidad espiritual haciendo rumbo hacia la superficie.
Pero tras algunos eones, observando una vez más ese  vano panorama, podría haber detectado al menos en un pequeño rincón del  universo este fenómeno, un rincón donde la Materia se hubiese preparado  sus operaciones suficientemente fijas, organizadas, estables, adaptadas  como escenario de un nuevo desarrollo, el fenómeno de una materia  viviente, una vida en las cosas, que emergió y se tornó visible: pero el  Testigo aún no habría entendido nada, pues la Naturaleza preocupada  solamente de establecer su eclosión vital, esta nueva creación, la vida  viviendo por sí sin significación alguna en ella – una traviesa y  abundante creadora ocupada en esparcir la semilla de su nuevo poder y  estableciendo una multitud de sus formas en una bella y exuberante  profusión, o después, multiplicando interminablemente género y especie  por el puro placer de la creación, como si en el inmenso desierto  cósmico se hubiese ensayado un pequeño toque de vívido color y  movimiento y nada más. El Testigo no podría haber imaginado que una  mente pensante aparecería en esta diminuta isla de vida, que una  conciencia despertaría en el Inconsciente, que una nueva y mayor  vibración más sutil llegaría a la superficie y delataría claramente la  existencia del Espíritu sumergido. Al principio le hubiese parecido que  la Vida había tomado consciencia, de algún modo, de sí misma y de que  era todo; pues esta escasa mente recién nacida parecería ser solamente  sierva de la vida, un artificio para ayudar a la vida a vivir, una  maquinaria para mantenimiento, para ataque y defensa, para ciertas  necesidades y satisfacciones vitales, para la liberación del  instinto-vital y del impulso-vital. No podría haberle parecido posible  que en esta pequeña vida, tan inconspícua en medio de las inmensidades,  en una sola especie de esta insignificante multitud, un ser mental  emergería, una mente sirviendo a la vida pero también convirtiendo a la  vida y la materia en sus siervas, usándolas para el logro de sus propias  ideas, voluntad, deseos – un ser mental que crearía todo género de  utensilios, herramientas, instrumentos de la Materia para toda la clase  de utilidades, erigiría con ellas ciudades, casas, templos, teatros,  laboratorios, fábricas, cincelaría en ella las estatuas y esculpiría  catedrales, inventaría la arquitectura, la escultura, la pintura, la  poesía de cientos de artesanías y artes, descubrirá la matemática y la  física del universo, y el secreto oculto de su estructura, viviría  merced a la mente y sus intereses, pues el pensamiento y el  conocimiento, se desarrollan en el pensador, el filósofo y el científico  y, como supremo desafío al reino de la Materia, despiertan en él la  Deidad oculta convirtiéndolo en el que está a la caza de lo invisible,  en el místico y el indagador espiritual.
Pero si tras diversas edades o ciclos el Testigo  hubiese mirado otra vez y visto este milagro en pleno proceso, incluso  entonces quizás, oscurecido por su experiencia original de la realidad  única de la Materia en el universo, todavía no habría entendido, aún le  parecería imposible que el Espíritu oculto, pudiese emerger plenamente,  completarse en su conciencia, y morar en la tierra como el autoconocedor  y el conocedor del mundo, el regidor y el dueño de la naturaleza.  “¡Imposible!”, diría “todo lo ocurrido no es nada, una burbujita de  sensitiva materia gris cerebral, un raro capricho en una porción de  Materia inanimada que se desplaza en un motivo del universo”. Por el  contrario, un nuevo Testigo que interviniera al fin de la historia,  informado de los pasados desarrollos pero no obsesionado por la  decepción del principio, gritaría: “Ah, entonces este fue el milagro que  se intentaba, el último de muchos – el Espíritu que estaba sumergido en  la Inconsciencia, salió de ella y ahora habita revelado, la forma de  las cosas, que veladas, creó como su residencia y escenario de su  emerger”. Pero de hecho, un Testigo más consciente, podría haber  descubierto la clave en este periodo primitivo de desenvolvimiento,  incluso en cada paso de su proceso; pues en cada etapa, el mudo secreto  de la naturaleza, aunque todavía allí, disminuye; se aporta una  sugerencia del paso siguiente; resulta visible una preparación más  abiertamente significativa. Ya son visibles, en lo que parece estar  inconsciente en la vida, los signos de la sensación que llegan a la  superficie; al moverse y respirar vida, el emerger de la mente sensitiva  es aparente y la preparación de la mente pensante no está enteramente  oculta, mientras que la mente pensante, cuando se desarrolla, aparecen  en una primitiva etapa pujas rudimentarias y después las más  desarrolladas búsquedas de una conciencia espiritual. Así como la vida  vegetal contiene en sí la oscura posibilidad del animal consciente, así  como la mente animal acciona con los movimientos de la sensación y  percepción y los rudimentos de la concepción que son primer cimiento del  hombre que piensa, de igual manera el hombre, el ser mental, es  sublimado por el esfuerzo de la Energía evolutiva para desarrollar en él  al hombre espiritual, al ser plenamente consciente, el hombre que  supera su primer yo material y que es descubridor de su verdadero yo y  su naturaleza más excelsa.